Cuando Basquiat comenzó a pintar sus graffiti bajo el seudónimo de SAMO en las paredes del soho en 1978 esta corriente ya había alcanzado su punto algido como fenómeno de masas anárquico y se encontraba de camino a las galerías y el mercado del arte. Gran parte del éxito y fracaso de Basquiat se puede atribuir a su color de piel y al latente racismo de la escena artística neoyorquina